Con frecuencia, nos planteamos hasta qué punto las experiencias de nuestra infancia, en especial aquellas compartidas con nuestrxs madres, padres u otras figuras significativas, han influido en nuestra personalidad y en nuestras relaciones en la etapa adulta.
Desde el momento en que llegamos al mundo, nos encontramos en un estado de extrema vulnerabilidad. Durante los primeros meses de vida, dependemos por completo de otrxs para satisfacer nuestras necesidades básicas, lo que nos lleva a establecer vínculos de apego fundamentales con nuestro entorno cercano.
Estas figuras de apego no solo nos proveen de los recursos necesarios para sobrevivir, sino que también se convierten en la primera fuente de amor y comprensión en la que depositamos nuestras expectativas y deseos más profundos.
¿Qué es el apego?
El apego es un concepto psicológico que se refiere a la conexión emocional profunda que se forma entre una persona y otra, generalmente en las relaciones de cuidado, como la que se desarrolla entre unx niñx y sus cuidadorxs principales.
El psiquiatra y psicoanalista infantil John Bowlby fue uno de los pioneros en desarrollar una teoría del apego, centrándose en el análisis de la relación y el vínculo entre un niño y su madre.
En sus investigaciones, Bowlby llegó a la conclusión de que la capacidad de resiliencia de lxs niñxs, así como su conducta y desarrollo emocional en etapas posteriores de la vida, estaban estrechamente ligados al tipo de vínculo que establecían con sus padres y madres durante los primeros años de vida.
Apego seguro
En la infancia, un apego seguro es fundamental para el desarrollo saludable de unx niñx. Esto implica que el/la menor pueda separarse de sus figuras de referencia sin experimentar una angustia excesiva. Busca la protección y el consuelo de sus progenitorxs cuando lo necesita y se alegra cuando regresan después de haberlx dejadx en el colegio o al cuidado de otrxs.
Los padres y madres que fomentan este tipo de relación con sus hijxs encuentran un equilibrio delicado. Juegan activamente con sus hijxs, fomentan la independencia y al mismo tiempo demuestran amor. Enseñan a lxs niñxs a expresar sus emociones, a comunicarse y a sentirse queridos. Como resultado, lxs niñxs desarrollan autonomía y empatía, habilidades cruciales para su crecimiento. Sin embargo, es importante no asfixiarlxs con atención constante ni ignorar sus necesidades.
En la edad adulta, un apego seguro construido en la infancia se traduce en una autoestima saludable y relaciones duraderas basadas en la confianza. La expresión de emociones y la apertura en la comunicación con amigxs y parejas no representan un desafío. Este tipo de apego se caracteriza por la sensación de incondicionalidad por parte de los padres y madres y la certeza de que nunca fallarán. Esto se logra cuando lxs cuidadorxs proporcionan seguridad y mantienen una comunicación constante con el/la niñx.
Las personas con un apego seguro en la vida adulta no temen la intimidad ni el abandono. Pueden mantener una vida independiente sin sacrificar sus relaciones interpersonales y conexiones emocionales.
En resumen, el apego seguro en la infancia sienta las bases para una vida adulta emocionalmente equilibrada y relaciones interpersonales saludables. Proporciona a lxs niñxs la seguridad y la confianza necesarias para enfrentar el mundo con valentía y comprender y relacionarse eficazmente con su entorno.
Apego ansioso ambivalente
El apego inseguro, en contraste con el apego seguro, se divide en tres categorías: ambivalente, evitativo y desorganizado.
Durante la infancia, el apego ambivalente se manifiesta cuando lxs niñxs muestran desconfianza hacia lxs extrañxs, experimentan estrés y ansiedad cuando sus padres o madres se alejan y, paradójicamente, no encuentran consuelo cuando regresan. Este patrón puede dar lugar a relaciones de dependencia.
El apego ansioso o ambivalente se fundamenta en una ambivalencia emocional profunda que genera una angustia constante. Lxs niñxs que lo experimentan no confían plenamente en sus cuidadorxs y crecen en un estado de incertidumbre e inseguridad debido a la inconsistencia en los cuidados o a la ambivalencia en la atención recibida.
Estxs menores suelen experimentar un temor intenso y una gran angustia ante las separaciones, y encuentran dificultades para calmarse cuando el/la cuidadorx vuelve. Están constantemente vigilantes para asegurarse de que no los abandonen y exploran el entorno de manera cautelosa, evitando alejarse demasiado de la figura de apego.
El temor al rechazo y la constante necesidad de validación por parte de lxs demás suelen ser indicativos de un apego ansioso o ambivalente en la edad adulta. En muchos casos, estas conductas se originan en experiencias de inestabilidad emocional en las relaciones con los padres y madres, marcadas por fluctuaciones entre momentos de ansiedad y períodos de indiferencia. En su desarrollo, estas personas a menudo asumieron la responsabilidad de gestionar sus propios sentimientos.
Las personas con un apego ansioso tienden a depender emocionalmente en gran medida de sus relaciones y suelen buscar la asistencia de los demás para tomar decisiones o llevar a cabo tareas específicas. Estxs adultxs suelen ser altamente sensibles a las críticas y experimentan un temor constante a generar una opinión negativa en lxs demás. Los celos hacia sus parejas o amigxs también pueden ser un indicio de un apego ansioso, y esta inseguridad se combina con una baja autoestima, lo que puede socavar significativamente su autoconfianza.
APEGO EVITATIVO
En esta situación, lxs niñxs optan por mantener distancia y no buscar el contacto ni el consuelo de sus figuras de referencia cuando enfrentan el miedo o los problemas. Es una dinámica donde lxs cuidadorxs a menudo brindan una atención limitada o incluso la descuidan por completo, lo que conduce a que los menores desarrollen una profunda desconfianza en sí mismxs y una constante incertidumbre acerca de si son verdaderamente amadxs.
El apego evitativo emerge cuando los cuidadores no proporcionan la seguridad necesaria al niño, lo que conduce a un desarrollo de autosuficiencia compulsiva y a un distanciamiento emocional de los mismos. En este contexto, lxs menores evitan el contacto y rara vez lloran cuando se separan de sus cuidadores. Aunque esta conducta puede confundirse a veces con seguridad, en realidad genera un gran sufrimiento en el niño. Estos niños suelen experimentar altos niveles de estrés y, a medida que crecen, enfrentan desafíos en la construcción de relaciones íntimas.
Cuando estos patrones de apego evitativo persisten en la edad adulta, se traducen en la incapacidad para expresar emociones y una tendencia a evitar las relaciones íntimas. Las personas que han experimentado este tipo de apego tienden a desarrollar personalidades inseguras y una autoestima reducida.
APEGO DESORGANIZADO
Lxs niñxs con apego desorganizado experimentan una combinación de elementos de los patrones previamente mencionados. En presencia de sus figuras de referencia, suelen mostrar confusión y duda, a veces asumiendo un papel de cuidadorxs de sus propios padres o madres. Sin embargo, este patrón puede llevar a dificultades en la formación de relaciones afectivas profundas en la edad adulta, lo que a menudo se traduce en relaciones sentimentales breves o inestables.
El apego desorganizado es una amalgama de patrones ansiosos y evitativos, y a menudo es el resultado de comportamientos inseguros o negligentes por parte de lxs progenitorxs. En este contexto, lxs niñxs puede exhibir comportamientos contradictorios e inapropiados, experimentar falta de confianza en sus cuidadorxs e incluso sentir miedo hacia ellxs.
Lxs niñxs con apego desorganizado tienden a ser insegurxs, con propensión a reacciones impulsivas o explosivas y dificultades en la gestión de sus emociones.
Los patrones de comportamiento asociados con el apego desorganizado a menudo tienen sus raíces en experiencias traumáticas o abusivas durante la infancia. El miedo arraigado hacia los padres puede llevar a estas personas a actuar de manera inconsciente, lo que a su vez dificulta la formación de vínculos seguros con los demás. Estos individuos a menudo enfrentan relaciones caracterizadas por la inestabilidad emocional, ya que no han aprendido a manejar adecuadamente sus emociones.
La incoherencia y las contradicciones son rasgos distintivos del apego desorganizado. Las personas con este tipo de apego tienden a comportarse de manera impredecible en sus relaciones, oscilando entre momentos de distanciamiento y excesiva cercanía de manera intermitente. Además, comparten otras características comunes a los patrones de apego evitativo y ansioso, como el miedo al rechazo o a la soledad, la falta de confianza en lxs demás y una ansiedad constante que impregna sus interacciones.
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